martes, 15 de julio de 2014

Mitos de la escritura

Dicen por allí que en el mundo hay lugar para todo y todos. Y como existen escritores endiosados, héroes de la escritura y simples mortales de la letra, también hay cierta mitología de la escritura. Lo que aquí propongo no es más que un repaso escueto de los cinco mitos más comunes, hay más y más complejos. Pero por algún lado hay que comenzar: 

  1.            Dedos mágicos o escribir es una pavada (con todos los sinónimos que bien ocupan el lugar de pavada: “papa”, “fácil”, “boludez”, y un largo etcétera).  Quienes ejercitan la escritura más allá del mensaje de texto o el chat, estarán de acuerdo conmigo en que escribir es una tarea realmente extenuante. Algunas personas que no conocen del tema creen que la magia está en los dedos, no en la cabeza.
  2.             De musas y otras invocaciones. Los que se dedican a escribir se enfrentan a millones de pedidos: desde escribir un cuento hasta una tarjeta de felicitación, una carta de condolencias, o una tesis. Y, como corolario del punto 1), la urgencia del pedido. Tal vez te suene conocido “ah, vos que sabés… ¿podés escribirme X? No hay apuro, es para la noche”.  Gente linda y pedigüeña: no todos escribimos todo, ni las ideas nos llegan por canales extrasensoriales. Escribir tiene su tiempo y su especialización.
  3.         La fortuna del escritor (en sentido genérico,  pues quien hace un artículo también lo es). Si hay algo alejado de la realidad de la mayor parte de quienes se dedican a escribir, es la economía abultada. Se gana poco –poquísimo –, la competencia es feroz, los clientes quieren pagar el precio más bajo aunque resigne calidad, eficacia, cumplimientos…  ¿Y quienes escriben literatura (ficción)? pues esa raza de personas sí que merecen el mayor de los respetos (y casi condolencias). El campo intelectual, el mercado editorial y los medios de publicación son casi una utopía. Eso sí, si la pegan, LA pegan.
  4.      La belleza de la escritura. Lo que se considera “escribir lindo”, no es ni más ni menos que escribir bien. Por si todavía no queda claro, significa respetar la normativa del lenguaje en su conjunto, adecuarse a un contexto comunicativo, usar las herramientas discursivas. Y esto no es “don”. Es trabajo.  Sí, escribir es un trabajo.
  5.       El nombre propio. La mayoría de las veces, los autores quedan detrás de un alias, un seudónimo o las solitarias iniciales. Concursos literarios, sitios de redacción, participación en blogs, correcciones… Pareciera que todo ese trabajo está hecho por manos y cabezas imaginarias (¿buscadores?). Pues no señores y señoras, habemus gente que lo hace. Por eso hoy, escribo en nombre propio
Cecilia Vera

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