Interrogantes a modo de introducción. ¿Existe EL lector? ¿Qué lector se necesita? Quien lee lo que uno escribe, ¿lo hace como quiere uno que lo lea? ¿los lectores se buscan o se encuentran? ¿para qué leer literatura? ¿existen fines ocultos más allá del placer estético? ¿leerá un asesino para buscar el plan perfecto? ¿Hurgará en páginas ajenas la enamoradiza, con intenciones de plagio en la vida real? Los que leen, ¿se reconocen lectores? Los lectores ¿reconocen escritores?
Siguiendo con la propuesta del taller literario de El corrector líquido, aquí algo de ficción.
Advertencia al lector
Cuidado, lector. Attenti. Este cuento no se
desnuda, ni lo desnuda, no insulta, no lastima, no lo mata, ni se muere otro
que hace que den ganas de ver su muerte, no se destripa a nadie, no se injuria,
no lo metamorfosea en un sujeto bello o viceversa, no lo maldice gratuitamente
y si paga, tampoco; no engaña ni lleva a cuestas fines de lucro, no lo seduce
para quitarle la honra, ni pisotea su dignidad, no se burla de la(s)
debilidad(es) suyas, tuyas, nuestras, ni engrandece famas mal habidas o bien
habidas, no se destruye por placer ni se construye por gula, no engorda ni
adelgaza ni lo convierte en ovolacteovegetariano ni en carnívoro caníbal, no;
tampoco pone nada en venta, ni siquiera la creatividad que cuesta sentarse y
ponerse a escribir, nada de eso encontrará en estas líneas, no salva ballenas
ni usted. ni yo, no lo hace ni hará ganar la lotería, no lo salva de sus pecados
del mismo modo en que no lo convierte en delincuente, no le repara daños
internos o externos , no le baja el alquiler, ni da premios cargando códigos en
la web, no satisface necesidad básicas insatisfechas, ni ya satisfechas ni por,
ni de otro tipo, no liquida a su enemigo, no hace crecer el miembro masculino
ni levanta prestigios femeninos, no lo protege, no le hace mimitos, ni da besitos
ni tocaditas, no procura orgasmos instantáneos, no ratifica su buen nombre, no
rectifica su buen nombre, no desarma bombas atómicas, no compra ni vende moneda
extranjera, no engancha con cadena nacional.
Este
cuento solo entretiene, un poco nomás. Así que si aún le quedan ganas de
continuar, adelante. Señor, lector –genéricamente claro-, está avisado. La responsabilidad,
desde este momento es solo es suya.
La ceguera
Así
fue.
Apresuró el paso,
temiendo olvidar el tono. Abrió la puerta, encendió el ordenador y tipeó, letra
a letra, la historia referida por aquel ciego. Al tiempo que los personajes fluían,
su fama literaria se acrecentaba.
Tac tac tac tac tac
ta c t a c t a c t a c se escuchó hasta
la madrugada.
A los días, retornó a
su fuente nutricia. Pero el ciego, ya no lo era. Milagros para algunos, desdicha
para el literato.
Y el que antes no
tenía el menor registro de la grafía, se le dio por escribir. Enséñame, le dijo. -Por supuesto- respondió; era un hombre de letras.
Abecedeeefegeacheijotaka tac tac tac ta c t a c TAC. PUM.
Los diarios ni
mencionaron la muerte del anteriormente y ahora mal apodado ciego. Y el escritor,
con su último relato de horror, se retiró honoríficamente de los salones literarios.
Cecilia Vera.
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