miércoles, 6 de agosto de 2014

Última parte: Para explicarse mejor...

Ya se habló de la definición, la ejemplificación, la reformulación y la analogía. Hoy dedicaremos este espacio a hablar de otros dos recursos que facilitan la elaboración por escrito de una explicación clara y precisa: la caracterización y el planteo de causas-consecuencias. 

Veamos cómo funcionan en un texto explicativo:


 Descubren un nuevo tipo de murciélago dorado




Leamos otro fragmento del mismo texto: 





Fuente:  El texto pertenece a Esteban Galisteo Gámez.  Para leer el texto completo, click AQUÍ

lunes, 4 de agosto de 2014

Para explicarse mejor (II)...


Anteriormente, hablamos de la importancia de saber explicar, de mantener no solo la objetividad, sino también la claridad y la precisión en un texto explicativo. Para ello, se dijo que existen algunos recursos que te ayudan al momento de tener que escribir una explicación exitosa. Así, en Para explicarse mejor (parte I), se habló de la definición y de la ejemplificación. Hoy nos centraremos en la reformulación y la analogía.

La reformulación como recurso explicativo sirve para aclarar una idea. Suele introducirse con “es decir”, “en otras palabras”.

La analogía no es más que una comparación. Muchas veces, para que el lector pueda representarse algo desconocido o abstracto, se recurre a compararlo con algo que resulte conocido. Por ejemplo, comparar un lago con una piscina. 
Leamos y analicemos: 


Como se ve, en el texto se busca explicar qué es un neologismo. Para ello, se recurre a su definición, varias ejemplificaciones y también una reformulación. Si quisiéramos que el lector comprendiera la idea abstracta de evolución, podríamos recurrir a una analogía como:
Próximamente, El corrector líquido te acerca la tercera y última parte de recursos explicativos. ¿Dudas? como siempre, el buzón está activo para todas las consultas: elcorrectorliquido@gmail.com. 



domingo, 3 de agosto de 2014

Para explicarse mejor…

"-Qué boca tan grandes tienes, abuelita-
-Es para explicarse mejor-"


No lo dijo el lobo, disfrazado de abuelita, pero bien podría haberle servido para que la ingenua Caperucita se diera cuenta de lo que estaba por suceder. 
La explicación, también llamada exposición, forma parte del repertorio textual. Como característica suprema, los textos explicativos (científicos, de divulgación científica, instructivos, entre otros) poseen la objetividad en oposición a su archienemiga, la subjetividad, reina absoluta y absolutista de la argumentación. Todos sabemos qué es explicar, el problema surge cuando lo tenemos que hacer por escrito, puesto que la claridad es otra de sus virtudes.
Sin dilatar el tema, la cuestión es que existen algunos recursos que colaboran con el fin de una exposición: aportar datos o determinar procesos -con sus causas y consecuencias- de forma clara, para que quien no conoce del tema, lo entienda, y además, objetivamente pues a nadie le importa nuestra opinión al respecto.
Hoy nos dedicaremos a hablar de dos recursos explicativos básicos: la ejemplificación y la definición.
 El recurso de la definición consiste en introducir, como su nombre lo indica, definiciones de aquellos datos que se nombran en el texto y que son funcionales al resto de la explicación. Parece tonto, sin embargo, muchas veces existen distintas definiciones sobre algo, y nuestro lector debe saber qué entendemos nosotros por X. 

Miremos este fragmento:
Acá, el autor, escribe acerca de la narración. Y, por si no se sabe, marca la diferencia entre un cuento y una novela, definiendo al primero. 


La ejemplificación consiste básicamente en mencionar casos concretos acerca de lo que se esté hablando. Esto servirá para que el lector se pueda hacer una idea mental ya que puede ser que conozca los casos nombrados pero que no los identifique como tal. Veamos: 

En este caso, se marcan ejemplos de textos que se incluyen en la categoría de "narrativos". 

Saber explicarse, ya sea por escrito u oralmente, puede no ser una tarea tan compleja si se tienen en cuenta algunos tips. Pero también puede transformarse en un terreno pantanoso si no se guía al lector adecuadamente y de forma ordenada. 
Próximamente, se abordarán otros recursos, quizá con un grado mayor de complicación, pero que son realmente valiosos al momento de encarar con éxito una exposición. 






martes, 29 de julio de 2014

El taller literario: una caja de herramientas

Hace unas semanas atrás, El corrector líquido lanzó la propuesta de “caza de lectores” para aquellos que escriben ficción. Esta idea surge y se fundamenta en el concepto de taller literario, en este caso un taller virtual, con todas las características y adaptaciones que implica este singular modo de conexión entre autor y lector(es).
Un taller literario, tal y como se conoce, consiste en dos acciones básicas de las que luego se desprenden otras: escribir y leer, por un lado, comentar, corregir, alabar, destruir y un largo etcétera, por el otro.
En un taller literario convencional, la gente se junta para aprender a escribir literatura, escribiendo. En este espacio se generan consignas de escritura como puntapié inicial para el movimiento creativo. A continuación, con el resultado (texto) en la mano, se procede a su examen y análisis por parte de otros compañeros –también lectores y escritores a la vez –.  Suena muy simple, claro. Pero no lo es. Para asistir a un taller de escritura creativa hay que estar dispuesto a muchas cosas, entre ellas a la crítica (en un sentido de “construcción”). Otra de las cuestiones, es que hay que contar con disponibilidad horaria, y en muchas ocasiones, también monetarias.
En estos espacios, como en cualquier taller que disponga de la metodología adecuada, se trabaja a  partir de los “productos” y se construyen herramientas de forma colaborativa y corporativa. Se habla de narradores y puntos de vista, de la respiración del texto (puntuación), de la edificación textual, entre otras cuestiones que hacen a un texto literario, pero siempre partiendo de lo que se escribe.

¿Qué es el taller virtual“En busca del lector perdido”?
Ni más ni menos que lo que se dijo anteriormente, un espacio de lectura y construcción de herramientas discursivas. Con la ventaja de que en El corrector líquido no hay que cumplir horarios ni pagar un centavo. En este espacio de creación y creatividad ficcional, se invita a quienes quieran a compartir su relato breve, y desde el conocimiento formal y no formal de El corrector se trabajará el texto publicado también por  aquellos que quieran participar.

¿Cupo? Los que quieran. Cuantos más seamos, más oportunidades tenemos de continuar aprendiendo y de conseguir –quién nos dice – un editor. El corrector líquido espera tu texto en elcorrectorliquido@gmail.com. 

domingo, 20 de julio de 2014

Acerca de un Lector, un Escritor y una Ficción.

Interrogantes a modo de introducción. ¿Existe EL lector? ¿Qué lector se necesita? Quien lee lo que uno escribe, ¿lo hace como quiere uno que lo lea? ¿los lectores se buscan o se encuentran? ¿para qué leer literatura? ¿existen fines ocultos más allá del placer estético? ¿leerá un asesino para buscar el plan perfecto? ¿Hurgará en páginas ajenas la enamoradiza, con intenciones de plagio en la vida real? Los que leen, ¿se reconocen lectores? Los lectores ¿reconocen escritores?

Siguiendo con la propuesta del taller literario de El corrector líquido, aquí algo de ficción. 

Advertencia al lector

Cuidado, lector. Attenti. Este cuento no se desnuda, ni lo desnuda, no insulta, no lastima, no lo mata, ni se muere otro que hace que den ganas de ver su muerte, no se destripa a nadie, no se injuria, no lo metamorfosea en un sujeto bello o viceversa, no lo maldice gratuitamente y si paga, tampoco; no engaña ni lleva a cuestas fines de lucro, no lo seduce para quitarle la honra, ni pisotea su dignidad, no se burla de la(s) debilidad(es) suyas, tuyas, nuestras, ni engrandece famas mal habidas o bien habidas, no se destruye por placer ni se construye por gula, no engorda ni adelgaza ni lo convierte en ovolacteovegetariano ni en carnívoro caníbal, no; tampoco pone nada en venta, ni siquiera la creatividad que cuesta sentarse y ponerse a escribir, nada de eso encontrará en estas líneas, no salva ballenas ni usted. ni yo, no lo hace ni hará ganar la lotería, no lo salva de sus pecados del mismo modo en que no lo convierte en delincuente, no le repara daños internos o externos , no le baja el alquiler, ni da premios cargando códigos en la web, no satisface necesidad básicas insatisfechas, ni ya satisfechas ni por, ni de otro tipo, no liquida a su enemigo, no hace crecer el miembro masculino ni levanta prestigios femeninos, no lo protege, no le hace mimitos, ni da besitos ni tocaditas, no procura orgasmos instantáneos, no ratifica su buen nombre, no rectifica su buen nombre, no desarma bombas atómicas, no compra ni vende moneda extranjera, no engancha con cadena nacional.
Este cuento solo entretiene, un poco nomás. Así que si aún le quedan ganas de continuar, adelante. Señor, lector –genéricamente claro-, está avisado. La responsabilidad, desde este momento es solo es suya.

 La ceguera

Así fue.
Apresuró el paso, temiendo olvidar el tono. Abrió la puerta, encendió el ordenador y tipeó, letra a letra, la historia referida por aquel ciego. Al tiempo que los personajes fluían, su fama literaria se acrecentaba.
Tac tac tac tac tac ta c t a c t a c  t a c se escuchó hasta la madrugada.
A los días, retornó a su fuente nutricia. Pero el ciego, ya no lo era. Milagros para algunos, desdicha para el literato.
Y el que antes no tenía el menor registro de la grafía, se le dio por escribir. Enséñame, le dijo. -Por supuesto- respondió; era un hombre de letras. 
Abecedeeefegeacheijotaka tac tac tac ta c t a c TAC. PUM.

Los diarios ni mencionaron la muerte del anteriormente y ahora mal apodado ciego. Y el escritor, con su último relato de horror, se retiró honoríficamente de  los salones literarios. 

Cecilia Vera. 

¿Te interesa que El corrector líquido lea, publique y comente tu texto? Envialo a elcorrectorliquido@gmail.com


martes, 15 de julio de 2014

Mitos de la escritura

Dicen por allí que en el mundo hay lugar para todo y todos. Y como existen escritores endiosados, héroes de la escritura y simples mortales de la letra, también hay cierta mitología de la escritura. Lo que aquí propongo no es más que un repaso escueto de los cinco mitos más comunes, hay más y más complejos. Pero por algún lado hay que comenzar: 

  1.            Dedos mágicos o escribir es una pavada (con todos los sinónimos que bien ocupan el lugar de pavada: “papa”, “fácil”, “boludez”, y un largo etcétera).  Quienes ejercitan la escritura más allá del mensaje de texto o el chat, estarán de acuerdo conmigo en que escribir es una tarea realmente extenuante. Algunas personas que no conocen del tema creen que la magia está en los dedos, no en la cabeza.
  2.             De musas y otras invocaciones. Los que se dedican a escribir se enfrentan a millones de pedidos: desde escribir un cuento hasta una tarjeta de felicitación, una carta de condolencias, o una tesis. Y, como corolario del punto 1), la urgencia del pedido. Tal vez te suene conocido “ah, vos que sabés… ¿podés escribirme X? No hay apuro, es para la noche”.  Gente linda y pedigüeña: no todos escribimos todo, ni las ideas nos llegan por canales extrasensoriales. Escribir tiene su tiempo y su especialización.
  3.         La fortuna del escritor (en sentido genérico,  pues quien hace un artículo también lo es). Si hay algo alejado de la realidad de la mayor parte de quienes se dedican a escribir, es la economía abultada. Se gana poco –poquísimo –, la competencia es feroz, los clientes quieren pagar el precio más bajo aunque resigne calidad, eficacia, cumplimientos…  ¿Y quienes escriben literatura (ficción)? pues esa raza de personas sí que merecen el mayor de los respetos (y casi condolencias). El campo intelectual, el mercado editorial y los medios de publicación son casi una utopía. Eso sí, si la pegan, LA pegan.
  4.      La belleza de la escritura. Lo que se considera “escribir lindo”, no es ni más ni menos que escribir bien. Por si todavía no queda claro, significa respetar la normativa del lenguaje en su conjunto, adecuarse a un contexto comunicativo, usar las herramientas discursivas. Y esto no es “don”. Es trabajo.  Sí, escribir es un trabajo.
  5.       El nombre propio. La mayoría de las veces, los autores quedan detrás de un alias, un seudónimo o las solitarias iniciales. Concursos literarios, sitios de redacción, participación en blogs, correcciones… Pareciera que todo ese trabajo está hecho por manos y cabezas imaginarias (¿buscadores?). Pues no señores y señoras, habemus gente que lo hace. Por eso hoy, escribo en nombre propio
Cecilia Vera

sábado, 12 de julio de 2014

Una lectura de "Los quince".

En la entrada anterior, tuvimos el placer de leer “Los quince”, un bello relato breve que recordaba, en su argumento, nada más y nada menos que la ritual celebración de las mujeres.

Una historia muy simple cuya fuerza radica en la elección del narrador. Verónica, su autora, tuvo la acertada decisión de que su cuento estuviera contado en primera persona, protagonista. Sin lugar a dudas, el tono narrativo y el efecto catártico en el lector no sería el mismo si estuviera en una tercera persona.
Quienes ejercen el oficio de escritor sabrán que una de las mayores y de las más complejas elecciones  a las que se enfrenta el autor es quién contará la historia y desde qué perspectiva. No es la intención dar cátedra de tipos de narradores, pero en relación “Los quince”,  y al género discursivo que subyace al cuento –la anécdota – nada mejor que la primera persona gramatical (yo) para dar contundencia al relato. Tipo de narrador y tono anecdótico  se conjugan para dar como resultado un buen efecto de realidad. La verosimilitud, característica primordial de un cuento realista, aparece dada justamente por el modo en que se cuenta:

 “Y no es que antes fuese hermosa, no, no, sino que mi rostro entonces redondo, las mejillas hinchadas y los ojos desorbitados no se hallaban  con el resto de mi cuerpo larguirucho, enclenque.”

Evidentemente, no caben dudas acerca de lo que le ocurre (casi un padecimiento) a la protagonista. Y este sentimiento tan marcado permanece en todo el texto a tal punto que al finalizar logra la empatía del lector.
Tan acertado resulta el narrador como la adjetivación que refuerza la idea de "en carne propia", y que juega, en algunos pasajes, con la analogía:

“…mis trazas no eran sino las de un pichón de flamenco esmirriado, desplumado, enfermo.”
 “…porque me veía yo como un largo estilete de esgrima a punto de ser depositado en su vaina.”

Consideración aparte merece el desenlace. Una historia simple que termina tal como comenzó, sin final estrepitoso. Una genialidad. A veces, los escritores imaginamos que, al mejor estilo "cine de acción pochoclero", el final debe rebalsar. Y en general, esto es lo que menos espera el lector. “Los quince” termina sin cambios de tono, sin un final desconcertante. La última acción no es más que una mirada, alguien que observa la situación. Sin embargo, quien mira porta el poder otorgado por la Historia: es el padre. Y así cierra, recordando en ese último párrafo la relación de padres e hijas, porque en este relato se cuentan muchas historias.

En la propuesta de taller literario de El corrector líquido, también está la tarea de señalar aquello que podría mejorarse. En “Los quince”, se sugiere trabajar la estructura de párrafos. Quizás, colocar algún punto y aparte sumaría tensión in crescendo a lo que se está relatando, poniendo "altos en el camino del lector": 
De más está decir que, al probarme el rosado atuendo, mis trazas no eran sino las de un pichón de flamenco esmirriado, desplumado, enfermo. /  No iba a ser gran fiesta. (la barra pertenece a El corrector, e indica la posibilidad de establecer un párrafo con esa única oración)


Mis congratulaciones a Verónica Viñas quien dio un excelente indicio de sus dotes de escritora. Esperamos volver a leer alguna de sus producciones.

¿Alguien más está “En busca del lector perdido”? Como siempre, se invita a que envíen a elcorrectorliquido@gmail.com sus textos breves para ser publicados, leídos y comentados.